La separación (Freyja)

El rumor había llegado a los confines donde ellos residían. Las huestes de Yahvé, el ambicioso, el caos, se aproximaban, dispuestos a perseguirles a todos como si fuesen liebres. Era cosa de cada cual salvar el pellejo, resultaba indignante, deidades adoradas, a las que se consagraban miles de mortales, perseguidas y cazadas por un demente. Freyja decidía que camino tomarían pasa salir de Asgard y refugiarse en la Tierra o cualquier otro sitio. Desde luego no iría sola...aún honrando a su padre y resto de hermanos, sólo había entre ellos uno, uno solo que le importaba como nadie. Su amado Frey, aquel que enardecía su cuerpo y su alma inmortal, su otra mitad eterna.

- Han entrado por oriente, debemos huir por los bosques. Sin nos separamos podremos encontrarnos en el límite mismo del muro, la línea que nos separa de la Tierra - sugirió, más no quería separarse de él, juntos eran completamente otra cosa, algo irrompible, invencible. Quisieron descansar, entregarse como Freyja siempre lo dictaba, al ejercicio del amor y la lujuria, creyéndose a salvo no perdió el tiempo en seducirle, ya que no tardarían en ser encontrados por Thor y Fenrir - Aqui no pueden encontrarnos. Frey...acércate amor mio. Ha pasado tanto tiempo.... Y el bello dios nunca pudo resistirse a aquel embrujo que su lasciva hermana ejercía sobre él, perdiendo la noción de aquello que allí les había llevado, estarían a salvo.  Eso creían al momento de que aquellos ídolos babilonios les rodearon, con sanguinaria impiedad, rompiendo el lazo de sus manos, de sus cuerpos unidos y ahora exhibidos con la marca del incesto y el pecado carnal, nada comparado con el hecho de ser arrebatados uno del otro. El dios del trueno fue el primero en ser emboscado, seguido de Frey, quien al apartarse de su hermana quiso escapar. Más le esperaban en aquella ruta y vulnerable, no logró reunirse con ella nuevamente.

Freyja esquivó un ataque seco, que nubló sus sentidos y lo último que vio, fue a su amado hermano y amante desvanecerse entre las sombras. Le escuchó ordenarle que corriese, que no se detuviera. Más cayó, víctima de un ataque que logró alcanzarla, no era posible matarla más si debilitarla, oculta en una gruta en la que había caído, sin clara memoria de la emboscada o lo ocurrido. Sólo sabía que eones, minutos, no lo sabía, más tarde. Ella descendería, buscando a Frey, llamándolo por días y lunas enteras, sin saber si lo había logrado, o había logrado ser abatido por Yahvé, jurando venganza en su despertar, jurando volver a encontrarle.